miércoles, 7 de noviembre de 2007

Noviembre 5
Campaña 100 días de avivamiento, día 51.
Isaías 1:
"1.1 Isaías profetizó durante el tiempo en que Israel estaba dividida en dos reinos: Israel en el norte y Judá en el sur. El reino del norte pecó en gran manera contra Dios y el reino del sur iba en la misma dirección: perversión de la justicia, opresión al pobre, alejamiento de Dios para ir en pos de los ídolos y la búsqueda de ayuda militar en las naciones paganas en lugar de buscarla en Dios. Isaías llegó primero como profeta a Judá, pero su mensaje también fue para el reino del norte. Algunas veces «Israel» se refiere a los dos reinos. Isaías llegó a ver la destrucción y el cautiverio del reino del norte en 722 a.C. Así que su ministerio comenzó con una advertencia.
1.2–4 Aquí «Israel» se refiere al reino del sur, Judá. El pueblo de Judá estaba pecando en gran manera y no quería conocer ni entender a Dios. A través de Isaías, el Señor presentó sus cargos contra Judá debido a que se rebelaron y lo abandonaron (Deuteronomio 28). Con la violación del pacto moral y espiritual se buscaban el castigo. Dios les dio prosperidad y no lo sirvieron. Les envió advertencias y no quisieron oír. El fuego del juicio caería sobre ellos (véase 1.7).
1.4–9 Mientras el pueblo de Judá siguiera pecando, no tendría la ayuda de Dios y estaría aislado. Cuando se sienta solo y separado de Dios, recuerde que Él no lo abandona. Nuestros pecados nos separan de Él. La única cura segura para esta clase de soledad es la restauración de las relaciones con Dios mediante confesión de pecado, obediencia a sus mandatos y comunicación regular con Él (véanse Salmo 140.13; Isaías 1.16–19; 1 Juan 1.9).
1.7 ¿Se estaba produciendo esta destrucción en ese tiempo? A Judá la atacaron muchas veces durante la vida de Isaías. Ser comidos (devastados) por extranjeros era el peor tipo de castigo. Quizás este versículo sea una ilustración de los resultados de estas invasiones o una predicción de la invasión asiria que sufriría Israel. Es muy probable que señale la futura invasión de Judá por los babilonios así como la caída de Jerusalén en 586 a.C.
1.9 Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades que Dios destruyó completamente debido a su gran maldad (Génesis 19.1–25). Se mencionan en otras partes de la Biblia como ejemplo del castigo de Dios por el pecado (Jeremías 50.40; Ezequiel 16.46–63; Mateo 11.23, 24; Judas 7). Quedaría «un resto pequeño» de sobrevivientes que Dios perdonaría porque eran fieles.
1.10 Isaías comparó a los gobernantes y pueblo de Judá con los gobernantes y pueblos de Sodoma y Gomorra. Para escuchar lo que Dios quería decir, el pueblo tenía que prestar atención y estar dispuesto a obedecer. Cuando no entendamos el mensaje quizás se deba a que no prestamos atención ni esperamos que Él nos hable.
1.10–14 Dios estaba descontento con los sacrificios, pero no revocaba el sistema de sacrificios que inició con Moisés. Por el contrario, estaba haciendo un llamado a una fe y devoción sinceras. Los líderes cumplían con mucho cuidado los tradicionales sacrificios y ofrendas en las celebraciones santas, pero seguían siendo infieles a Dios en sus corazones. Los sacrificios debían ser una señal externa de fe interna, pero si faltaba la fe en Dios, las señales externas serían vacías. Entonces, ¿por qué continuaron ofreciendo sacrificios? Como muchos en la actualidad, depositaban más fe en los rituales de su religión que en el Dios que adoraban. Examine sus propias prácticas religiosas: ¿surgen de su fe en el Dios viviente? Dios no se complace de nuestras expresiones externas si falta la fe interna (véanse Deuteronomio 10.12–16; 1 Samuel 15.22, 23; Salmo 51.16–19; Oseas 6.6).
1.13 «Luna nueva y día de reposo» se refieren a ofrendas mensuales (Números 28.11–14) y días de reposo semanales y anuales especiales durante el Día de Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos (Levítico 16.31; 23.34–39). Véase una lista de todas las fiestas en el cuadro de Levítico 23. A pesar de que el pueblo no se avergonzaba por sus pecados, continuaba ofreciendo sacrificios por el perdón. Las ofrendas y los sacrificios no significan nada ante Dios cuando surgen de un corazón corrupto. Dios quiere que lo amemos, confiemos en Él y nos apartemos del pecado. Después de esto, Él se agradará de nuestros «sacrificios» de tiempo, dinero y servicio

1.18 Grana o carmesí era el color rojo intenso de una tintura que virtualmente era imposible sacar de la ropa. Tal vez las manos ensangrentadas de los homicidas se visualizaban aquí (véase 1.15, 21). Asimismo, la mancha del pecado parece ser permanente. Sin embargo, Dios puede quitar la mancha del pecado de nuestra vida tal y como lo prometió a los israelitas. No tenemos que ir por la vida manchados para siempre. La Palabra de Dios nos asegura que si estamos dispuestos y somos obedientes, Cristo nos perdonará y arrancará nuestras manchas más indelebles (Salmo 51.1–7).
1.21, 22 La «ciudad fiel» se refiere a Jerusalén, que representa a toda Judá. Dios compara la conducta de su pueblo a la de una ramera. El pueblo dio las espaldas a la adoración del Dios verdadero para adorar ídolos. Su fe era pobre, impura y adulterada. La idolatría, ya sea externa o interna, es adulterio espiritual, pues el idólatra viola su compromiso con Dios por ir tras otra cosa. Jesús llamó adúlteros a la gente de sus días, aun cuando eran estrictos en lo religioso. La Iglesia es la «Esposa» de Cristo (Apocalipsis 19.7) y por la fe podemos revestirnos con su justicia. ¿Se ha vuelto impura su fe? Pida a Dios que lo restaure. Mantenga su devoción a Él fuerte y pura.
1.25 Dios prometió refinar a su pueblo como un metal en una fundición. Este proceso requiere fundir el metal y limpiarlo de escorias hasta que el trabajador vea su propia imagen en el metal líquido. Debemos tener la disposición de someternos a Dios, permitiéndole limpiar nuestro pecado o nuestra imperfección hasta que reflejemos su imagen.
1.29, 30 A través de la historia, la encina ha sido un símbolo de fortaleza, pero el pueblo las adoraba. Ezequiel menciona que las arboledas de encinas se usaban como lugares de adoración idolátrica (Ezequiel 6.13). ¿Es usted devoto de los símbolos de fortaleza y poder que se oponen a Dios, queriendo tomar el lugar de Él en su vida? ¿Posee intereses y compromisos donde su amor por ellos linda con la adoración? Que Dios sea su primera lealtad. Todo lo demás desaparecerá con el tiempo y se consumirá bajo su escrutinio.
1.31 Una chispa en la estopa enciende un fuego rápido y devorador. Dios compara a los hombres fuertes cuyas malas acciones los devoran hasta arder como la estopa. Nuestras vidas pueden destruirse pronto por una pequeña pero mortal chispa de maldad. ¿Qué peligros de «incendios» potenciales debe retirar de su vida?"
(Biblia del diario vivir)

jueves, 1 de noviembre de 2007



Campaña 100 días de avivamiento, día 46.
Jueces 16:
"Sansón ya se había metido en problemas con una mujer, pero ahora lo intentó de nuevo, esta vez adentrándose más en el territorio enemigo de Gaza. Dios otra vez lo amonesta al permitir que el enemigo casi lo atrape, pero Sansón todavía rehusó arrepentirse. Fue entonces que Dalila entró en su vida y lo condujo a su caída. El valle de Sorec estaba cerca de su casa, pero el corazón de Sansón estaba ya lejos de Dios.
Nos asombra ver a este nazareo durmiendo sobre las rodillas de una mujer perversa, pero esto es lo que ocurre cuando la gente decide seguir su propio camino y rechazar el consejo de sus seres queridos y del Señor. Tres veces Dalila sedujo a Sansón, y tres veces él le mintió. En todas el enemigo le atacó, de modo que debería haberse dado cuenta de que corría peligro. Pero, léase Proverbios 7.21–27 para ver por qué Sansón se sometió. ¡Dormía cuando debía estar despierto! Recuérdese la advertencia que Cristo le dio a Pedro en Mateo 26.40–41. Nótese que cada mentira que Sansón dijo en realidad le llevó más cerca de la verdad. ¡Cuán peligroso es jugar con el pecado!
El resto de la historia muestra el trágico fin del creyente que no le permite a Dios controlar su vida. A partir del versículo 20 Sansón no hace sino perder. Pierde su cabello, el símbolo de su consagración nazarea; porque esa dedicación la había abandonado desde mucho antes. Luego pierde su fuerza, pero lo ignora hasta que cae preso. ¡Qué inútil es que el siervo de Dios trate de servir al Señor cuando está fuera de su voluntad! Lo siguiente que Sansón pierde es la luz, porque los filisteos le sacaron los ojos. Pierde su libertad, porque le ataron con grillos de bronce. Pierde su utilidad para el Señor, porque acaba moliendo trigo en lugar de librar las batallas de Dios. Alguien ha dicho que el versículo 21 es un cuadro de los resultados del pecado que ciegan, atan y trituran. ¡Y todo eso empezó cuando Sansón menospreció las bendiciones y a sus padres.
Sansón también perdió su testimonio, porque fue el hazmerreir de los filisteos. A su dios Dagón, como pez, no al Dios de Israel, se le dio toda la gloria. Es evidente que Sansón se arrepintió de su pecado, porque Dios le dio una oportunidad más de actuar por fe. Su cabello comenzó a crecer y Sansón le pidió a Dios fuerza para ganar una victoria más sobre el enemigo. Dios contestó su oración, pero Sansón derrotando a otros perdió también su vida. Como Saúl, Sansón fue eliminado; cometió pecado de muerte y Dios le eliminó de la escena (véanse 1 Co 11.30–31; 1 Jn 5.16–17). Sus seres queridos reclamaron su cuerpo y lo sepultaron «entre Zora y Estaol», el mismo sitio donde comenzó su ministerio (13.25). Sansón ilustra a la gente que tiene poder para conquistar a otros, pero no pueden dominarse a sí mismos. Quemó los campos filisteos, pero no pudo controlar el fuego de su lujuria. Mató un león, pero no pudo matar las pasiones de la carne. Podía fácilmente hacer pedazos las cadenas que los hombres le ponían encima, pero las cadenas del pecado poco a poco crecieron con fuerza en su alma. En lugar de guiar a la nación, prefirió trabajar por su cuenta y como resultado no dejó ninguna victoria permanente detrás de sí. Se le recuerda por lo que destruyó, no por lo que edificó. Le faltaba disciplina y dirección; sin esto, su fuerza no podía alcanzar gran cosa. No logró dominar los impulsos que surgieron a inicios de su carrera y que veinte años después lo mataron. Les tocó a Samuel y a David, años más tarde, derrotar finalmente a los filisteos. Samuel con una oración consiguió más que Sansón en veinte años de lucha (véase 1 S 7.9–14).
(Bosquejos expositivos de la Biblia)