lunes, 27 de agosto de 2007

Esdras 9:
Cuando le comunicaron a Esdras sobre la desobediencia del pueblo, al principio establecido por El Señor de no casarse con extranjeros; él se entristeció y preocupó grandemente. Esta reacción no fue para nada exagerada, ya que precisamente por la desobediencia a los mandamientos del Señor, los Israelitas fueron llevados como esclavos a Babilonia: y apenas estaban tratando de empezar de nuevo cuando se encuentra Esdras con este problema. Muchas veces no aprendemos de nuestros propios errores, aún habiendo sufrido las consecuencias dolorosas. La acción de Esdras fue la adecuada porque confesó el pecado con arrepentimiento sincero: "Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo. 4 Y se me juntaron todos los que temían las palabras del Dios de Israel, a causa de la prevaricación de los del cautiverio; mas yo estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde. 5 Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios, 6 y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo. 7 Desde los días de nuestros padres hasta este día hemos vivido en gran pecado; y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en manos de los reyes de las tierras, a espada, a cautiverio, a robo, y a vergüenza que cubre nuestro rostro, como hoy día. 8 Y ahora por un breve momento ha habido misericordia de parte de Jehová nuestro Dios, para hacer que nos quedase un remanente libre, y para darnos un lugar seguro en su santuario, a fin de alumbrar nuestro Dios nuestros ojos y darnos un poco de vida en nuestra servidumbre. 9 Porque siervos somos; mas en nuestra servidumbre no nos ha desamparado nuestro Dios, sino que inclinó sobre nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia, para que se nos diese vida para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección en Judá y en Jerusalén. 10 Pero ahora, ¿qué diremos, oh Dios nuestro, después de esto? Porque nosotros hemos dejado tus mandamientos, 11 que prescribiste por medio de tus siervos los profetas, diciendo: La tierra a la cual entráis para poseerla, tierra inmunda es a causa de la inmundicia de los pueblos de aquellas regiones, por las abominaciones de que la han llenado de uno a otro extremo con su inmundicia" (v. 3- 11).
En la primera epístola de Juan 1: 9 dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Es lo que debemos hacer cuando estemos consientes de haber ofendido al Señor por no cumplir con los principios que Él nos ha dejado en Su palabra. Estos principios tienen el propósito de ayudarnos a vivir libres, en bendición y abundancia. Ninguno de los mandamientos del Señor fue dado por capricho, y cuando los practicamos, nuestra vida funciona de la manera correcta.

9.1, 2 Desde el tiempo de los jueces, los varones israelitas se habían casado con mujeres paganas, adoptando sus prácticas religiosas (Jueces 3.5–7). Aun Salomón, el gran rey de Israel, cayó en este pecado (1 Reyes 11.1–8). A pesar de que esta práctica estaba prohibida por la Ley de Dios (Éxodo 34.11–16; Deuteronomio 7.1–4), se repitió en los días de Esdras y una vez más sólo una generación después de él (Nehemías 13.23–27). La oposición a los matrimonios mixtos no era un prejuicio racial, ya que los judíos y los no judíos de esta área tenían el mismo trasfondo semítico. Las razones eran estrictamente espirituales. El que se casara con un pagano se veía inclinado a adoptar las creencias y prácticas paganas de esa persona. Si los israelitas fueron tan insensibles para desobedecer a Dios en algo tan importante como el matrimonio, no podían ser lo suficientemente fuertes para permanecer firmes ante la idolatría de sus cónyuges. Hasta que los israelitas finalmente abandonaron esta práctica, la idolatría continuó siendo un problema constante.
9.2 Algunos israelitas se habían casado con cónyuges paganos y habían perdido la visión del propósito que Dios tenía para ellos. El Nuevo Testamento dice a los creyentes «no os unáis en yugo desigual con los incrédulos» (2 Corintios 6.14). Tales matrimonios no pueden tener unidad en el asunto más importante de la vida: el compromiso y la obediencia a Dios. Debido a que el matrimonio consiste en la unión de dos personas en una sola, la fe puede llegar a ser un asunto crucial, y un cónyuge probablemente tendrá que comprometer sus creencias para el bienestar de la unidad. Mucha gente no presta atención a este problema, sólo para lamentarse después. No permita que la emoción o la pasión lo cieguen ante la máxima importancia de casarse con alguien con quien no pueda estar unido espiritualmente.
9.5–15 Después de conocer los pecados de su pueblo, Esdras cayó de rodillas y oró. Su oración sincera nos proporciona una buena perspectiva sobre el pecado. Reconoció: (1) que el pecado era grave (9.6), (2) que nadie peca sin afectar a otros (9.7), (3) que él también había pecado, a pesar de que no tenía esposa pagana (9.10ss), (4) que el amor de Dios y su misericordia habían salvado a la nación cuando esta no había hecho nada para merecerlo (9.8, 9, 15). Es fácil ver el pecado ligeramente en un mundo que no le da mayor trascendencia; sin embargo, debemos ver al pecado con la misma seriedad con que lo vio Esdras.
9.5–15 La oración de Esdras confesó los pecados de su pueblo. Aunque él no había pecado en la forma que lo había hecho su pueblo, se identificó con sus pecados. Con llanto expresó su vergüenza por el pecado, temor por las consecuencias, y deseo de que el pueblo lo entendiera y se arrepintiera. Su oración conmovió al pueblo hasta las lágrimas (10.1). Esdras demostró la necesidad de una comunidad santa que rodeara al templo reconstruido. También necesitamos en nuestras iglesias locales una comunidad santa. Aun en medio de nuestros peores pecados, podemos volvernos a Dios con oraciones de arrepentimiento.
(Biblia del diario vivir)