lunes, 7 de mayo de 2007

2 Samuel 6:
A veces tomamos muy a la ligera la presencia de Dios. Podría parecer demasiado drástico que muriera un hombre por tocar el arca de Dios, pero realmente no lo es. Es necesario que aprendamos a mostrar reverencia y respeto ante Él, y que sigamos los parámetros establecidos para estar en Su presencia y ofrecer nuestro culto. Hoy, gracias a la obra del Señor en la cruz; tenemos acceso libre ante Su trono. Pero no debemos olvidar que "sin santidad nadie verá a Dios". Debemos mantener un correcto equilibrio entre la familiaridad y la libertad que nos da el hecho maravilloso de ser hijos Suyos y la reverencia y respeto que es digno de recibir nuestro Padre.
También es un gran ejemplo el que nos da David, cuando entra en Jerusalén danzando delante del Señor. Públicamente ofreció su alabanza con gozo, despojándose de sus vestidos de rey; para reconocer a Aquel que es Rey sobre todos. Sus palabras a Mical, quien se enojó porque supuestamente se había hecho "vil" ante el pueblo; son claras y elocuentes: "Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová. 22Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado".
Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
Es "delante del Señor" que debemos ofrecer nuestra alabanza, nuestra adoración. Es "delante de Él" que debemos vivir y a Él a quien debemos agradar y no a los hombres. Asegurémonos de hacer lo que Él quiere, lo que correcto a Sus ojos, y no lo que la cultura acepta y valida como correcto. Hoy vemos en la cultura que predomina el "relativismo moral". No hay normas ni principios absolutos, no hay valores claros. El resultado es: descomposición moral, crisis de la familia, maltrato en los hogares, violencia social, injusticia social, una generación que se descompone cada vez más y nos preguntamos por qué. El hombre moderno cree que puede excluir a Dios de su vida, sacarlo del hogar, del colegio, de la universidad, de las empresas, del gobierno; sin asumir las consecuencias. ¡Es una gran mentira! Necesitamos volver los ojos al Dios de la Biblia, a los principios eternos que dejó en ella; aprender a vivir con base en esos principios. De lo contrario, tendremos que sufrir cada vez más las consecuencias.