1 Reyes 5:
Para realizar un gran proyecto se necesita una gran cantidad de recursos, un gran equipo de trabajo, hacer alianzas estratégicas; pero sobre todo, se necesita una gran visión. Esto fue lo primero que tuvo Salomón, una gran visión. Fue una visión que heredó de su padre, y consistía en el propósito de construir "una templo para el Señor". La Escritura dice que hoy cada creyente es "templo del Espíritu" (1 Corintios 6: 19-20), y que somos "piedras vivas" y "un templo espiritual" (1 Pedro 2: 5). Así que la visión ya la ha dado El Señor, y es la de construir nuestra vida y la iglesia para Él. Así como Salomón, necesitamos tomar decisiones acordes con la visión ("...he decidido construir un templo al Señor..." v 5), buscar los recursos físicos (6), el recurso humano calificado (6), hacer alianzas estratégicas (12), hacer planes y organizar todos los recursos (13-18). El Señor no tiene límites a la hora de proveernos todo lo necesario (10, 13, 15) y la sabiduría necesaria (12).
2 Reyes 4:
Salomón organizó el reino, delegó funciones, asignó responsabilidades; lo que permitió un buen funcionamiento y trajo bendición. (v. 1-19).
El pueblo creció en número y había mucha abundancia. Es lo que había prometido El Señor a Salomón y se estaba cumpliendo; Dios cumple Sus promesas, es fiel, generoso y bueno (v. 20-28). También le dio El Señor sabiduría que tuvo renombre y se hizo famoso, de tal manera que la gente venía de muchos países para oírlo.
Igualmente a nosotros, El Señor nos quiere bendecir con abundancia y sabiduría, para que todos vean Su gloria y Su grandeza en nosotros, y quieran venir a oír del Dios de Israel.
2 Reyes 3:
Salomón empezó a cometer errores graves, al emparentar con el Faraón. El Señor había prohibido expresamente que los israelitas se casaran con mujeres extranjeras.
Fue un gran acierto que pidiera "corazón entendido para juzgar al pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo" (v. 9), lo que agradó Al Señor. Como resultado, recibió lo que pidió pero también; riquezas y gloria (v. 13). A demás, El Señor le prometió alagar sus días, si andaba en Sus caminos, guardando sus estatutos y Sus mandamientos, como lo hizo David". La petición de Salomón evidenció una actitud que debemos tener todos, cuando estamos en posiciones de liderazgo; como es la de asumir estas funciones como oportunidades para servir a los demás.
2 Reyes 2:
La recomendación de David a Salomón en el momento de entregarle el trono, fue concreta, específica y completamente acertada: "esfuérzate y sé hombre". Claro que requiere esfuerzo que toemos nuestro lugar, que asumamos nuestra responsabilidad, que vivamos para cumplir nuestra misión y el propósito que Dios tiene para nuestra vida. Es mucho más fácil, dejarnos llevar por la corriente, por la cultura; es mucho más fácil evadir la responsabilidad, vivir según las normas de la cultura actual que van en contra vía de las de Dios. ¿Qué quiso decir David con "sé hombre"?, ¿acaso no lo era Salomón desde que nació?. Salomón nació varón, pero ser varón en el concepto bíblico, no necesariamente es equivalente a ser hombre. Las palabras que siguieron expresar lo que realmente significa ser hombre: no es hablar más fuerte que los demás, no es maltratar a las mujeres, no es aprovecharse de los más débiles, no es lograr el éxito personal a toda costa, no es tener más fuerza física, más dinero, ni más influencia que los demás. Es conocer, practicar y obedecer los principios de la Palabra de Dios. Es desarrollar el carácter de Cristo y reflejarlo en nuestra manera de vivir, en la relación con nuestra familia, en la manera de tratar a nuestra esposa e hijos, en nuestra manera de trabajar, en nuestra influencia positiva en todo lo que hacemos.
2.3, 4 David le enfatizó a Salomón la necesidad de hacer que Dios y sus leyes fueran el centro de su vida personal y gobierno para poder preservar el reino, como Dios había prometido hacerlo (2 Samuel 7). Esta promesa de Dios constaba de dos partes: una parte era condicional y dependía de las acciones del rey actual. La otra parte era incondicional.
La promesa condicional de Dios era que David y sus descendientes permanecerían como reyes solamente si lo honraban y lo obedecían. Cuando los descendientes de David no hicieron esto, perdieron el trono (2 Reyes 25). La promesa incondicional de Dios era que la línea ancestral de David continuaría para siempre. Esto se cumplió con el nacimiento de Jesucristo, un descendiente de David que además fue el Hijo eterno de Dios (Romanos 1.3, 4). David, cuya vida fue un ejemplo de obediencia, dio un buen consejo a su hijo, el siguiente rey. Dependía de Salomón seguirlo.
2.5-7 Joab resume a aquellos que son crueles para alcanzar sus metas. Su fuerza era su único código y el ganar la batalla su única ley. Quería obtener poder de sí mismo y protegerlo. En contraste Barzilai se levanta por aquellos que son leales a Dios y viven por medio de sus normas. Cuando se le ofreció la gloria, por ejemplo, desinteresadamente pidió que se le fuera otorgada a su hijo. ¿Acaso utiliza su puesto de liderazgo para servirse para servir a Dios?
2.5–9 David le dio a Salomón un consejo muy severo respecto de sus enemigos. Este consejo estaba designado a ayudar al joven rey a asegurar su trono, y solo estaba dirigido hacia enemigos flagrantes, hacia aquellos que se oponían a Dios oponiéndose al rey designado por Él. Legalmente, David le estaba pidiendo a Salomón que otorgara a sus enemigos el castigo que se merecían. Estaba en contra tanto de la ley civil como de la ley de Dios que Simei maldijera al rey (Éxodo 22.28).
2.10 David murió aproximadamente a la edad de setenta años (2 Samuel 5.4, 5). Véase el perfil de David en 1 Samuel 17 para más información acerca de su vida.
2.15–22 Este no fue un caso de amor frustrado, aun cuando Adonías probablemente esperaba que Betsabé pensara eso. Adonías quería a Abisag porque ella había sido la última concubina de David. El dormir con la concubina del rey era equivalente a reclamar el trono. Absalón hizo lo mismo cuando se rebeló en contra de David (2 Samuel 16.20–23). Salomón entendió muy bien lo que Adonías estaba tratando de hacer.
2.26, 27 Cuando era joven, Abiatar fue el único que escapó cuando el rey Saúl masacró a todos los sacerdotes en la ciudad de Nob (1 Samuel 22.11–23). Entonces, Abiatar llegó a ser el sumo sacerdote bajo el gobierno de David y permaneció leal a él a lo largo de su reinado. Cuando apoyó el erróneo reclamo de Adonías al trono después de la muerte de David (1.7), Salomón lo forzó a dejar el sacerdocio, cumpliendo así la profecía de 1 Samuel 2.27–36 de que los descendientes de Elí no continuarían sirviendo como sacerdotes.
2.31 Joab había pasado su vida tratando de defender su puesto como general del ejército de David. En dos ocasiones David trató de reemplazarlo, y en ambas ocasiones Joab mató a traición a sus rivales antes de que asumieran el mando (2 Samuel 3.17–30; 19.13; 20.4–10). Debido a que Joab estaba a su servicio, David era el responsable de estas muertes sin sentido. Pero por razones políticas y militares (véase la nota a 2 Samuel 3.39), David decidió no castigar públicamente a Joab. En vez de eso, maldijo personalmente a Joab y a su familia (2 Samuel 3.29). Salomón, al castigar a Joab, estaba declarando públicamente que David no fue parte de los crímenes de Joab, y así retiraba la culpa de David y la colocaba en Joab, a quien pertenecía.
2.35 Abiatar el sumo sacerdote y Joab el comandante del ejército fueron hombres clave para el reinado de David. Pero cuando conspiraron en contra de Salomón, fueron reemplazados por Sadoc y Benaía. Sadoc, descendiente de Aarón, había sido un sacerdote prominente durante el reinado de David y también fue leal a Salomón después de la muerte de David. Se le puso a cargo del arca del pacto (2 Samuel 15.24ss). Sus descendientes estuvieron a cargo del templo hasta su destrucción. En un momento, Benaía fue uno de los hombres poderosos de David (2 Samuel (23.20–23) y capitán de la guardia personal de David.
2.46 Salomón ordenó las ejecuciones de Adonías, Joab y Simei, forzó a Abiatar a renunciar al sacerdocio, y luego designó hombres nuevos para que tomaran sus lugares. Llevó a cabo estas cosas rápidamente y aseguró su dominio sobre el reino. Al ejercer la justicia y al atar los cabos sueltos que podrían afectar la estabilidad futura de su reino, Salomón estaba promoviendo la paz y no el derramamiento de sangre. Fue un hombre de paz en dos sentidos: no fue a la guerra, y puso fin a la rebelión interna.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.
1 Reyes 1:
Uno de los hijos de David (Adonías), trató de usurpar el trono. Reunió a sus aliados y se hizo proclamar rey por ellos, pero él no había sido elegido por El Señor para ser rey. Los métodos humanos para lograr posición, la ambición, los engaños, los sobornos, etc, puedan funcionar temporalmente; pero al final no prevalecen porque la ley de la siembra y la cosecha se cumple inexorablemente: lo que sembramos cosechamos. La Escritura dice que si sembramos en la carne segaremos corrupción, y si sembramos en el espíritu segaremos vida eterna. Debemos elegir entre los métodos rápidos y fáciles que el mundo nos trata de vender, y el método de Dios que es lento y difícil pero permanente.
1.1 Israel estaba al final de los años dorados del reinado de David. El primer libro de Reyes comienza con un reino unido, glorioso y centrado en Dios. Termina con un reino dividido, degradado e idólatra. La razón de la caída de Israel nos parece simple: no obedecieron a Dios. Pero nosotros también somos vulnerables a las mismas fuerzas que llevaron a Israel a la decadencia: ambición, celos, hambre de poder, poco respeto de los votos matrimoniales y superficialidad en nuestra devoción a Dios. Cuando leemos acerca de estos trágicos sucesos en la historia de Israel, debemos vernos en el espejo de sus experiencias.
1.4 David tenía unos setenta años de edad. Su salud se había deteriorado por los años de dificultades. Abisag sirvió como su enfermera y para mantenerlo abrigado. En tiempos en que la poligamia era aceptada y los reyes tenían harenes, esta acción no fue considerada ofensiva.
1.5 Adonías fue el cuarto hijo de David y era la elección lógica para sucederlo como rey. El primer hijo de David, Amnón, había sido asesinado por Absalón por haber violado a su hermana (2 Samuel 13.20–33). Su segundo hijo, Daniel, sólo se menciona en la genealogía de 1 Crónicas 3.1 y probablemente haya muerto en ese tiempo. El tercer hijo de David, Absalón, murió en una rebelión anterior (2 Samuel 18.1–18). A pesar de que mucha gente esperaba que Adonías fuera el siguiente rey (2.13–25), David (y Dios) tenían otros planes (1.29, 30).
1.5 Adonías decidió apoderarse del trono sin el conocimiento de David. Él sabía que Salomón, y no él, era la elección primera de David para ser próximo rey (1.17). Esta es la razón por la cual no invitó a Salomón ni a los consejeros reales de David cuando se proclamó rey (1.9, 10). Pero sus planes fraudulentos para ganar el trono no tuvieron éxito. El soberbio Adonías se exaltó a sí mismo y con esto logró su propia derrota.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.
2 Samuel 24:
Este censo no fue ordenado por Dios, fue idea de David que en esta ocasión no buscó la dirección del Señor. De hecho, no escuchó el consejo de Joab al respecto. Es importante notar también, que David no obedeció la orden expresa dada por Dios a Moisés, sobre los censos en Éxodo 30: "11Habló también Jehová a Moisés, diciendo: 12Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado. 13Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. 14Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová. 15Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas. 16Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas".
Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
24.1 ¿Provocó Dios que David pecara? Dios no provoca a la gente a pecar, pero sí permite que los pecadores revelen la pecaminosidad de sus corazones por medio de sus acciones. Dios presentó a David la oportunidad con el fin de tratar con una desastrosa tendencia nacional, y quería que este deseo se hiciese evidente. 1 Crónicas 21.1 dice que Satanás incitó a David a que lo hiciese. Los escritores hebreos no siempre diferencian las causas primarias de las secundarias. De modo que si Dios permitió que Satanás tentase a David, para ellos era como si Dios lo hubiese hecho.
24.1–3 ¿Qué había de malo en hacer un censo? Se llevó a cabo un censo en Números para preparar al ejército para conquistar la tierra prometida (Números 1.2; 26.2). Un censo sumaba los conscriptos para el ejército. La tierra ahora estaba en paz, así que no había necesidad de alistar las tropas. Israel había extendido sus fronteras y se había convertido en un poder reconocido. El pecado de David estuvo en contar a la gente para así poder vanagloriarse del tamaño de su nación y de su ejército: su poder y su defensa. Al hacer esto, puso su fe en el tamaño de su ejército, y no en la habilidad de Dios para protegerlos sin importar su número. Hasta Joab sabía que llevar a cabo el censo no era correcto, pero David no escuchó su consejo. Pecamos de una manera similar cuando depositamos nuestra seguridad en el dinero, en las posesiones o hasta en el poder de nuestra nación.
24.12–14 Tanto David como los israelitas fueron culpables de pecado (24.1). El pecado de David fue de soberbia, pero la Biblia no dice por qué Dios estaba enojado con el pueblo de Israel. Pudo haber sido por el apoyo que le dieron a las rebeliones de Absalón (capítulos 15–18) y Seba (capítulo 20), o quizá depositaron su seguridad en lo militar y en la prosperidad financiera, y no en Dios, como lo hizo David. Dios trató con la nación entera de Israel a través de David que dio un ejemplo del pecado de orgullo de la nación.
Dios le dio a David tres alternativas. Cada una era una forma del castigo que Dios les había dicho que podían esperar si desobedecían sus leyes (enfermedad, Deuteronomio 28.20–22; hambre, 28.23, 24; guerra, 28.25, 26). David escogió sabiamente la forma de castigo que provenía más directamente de Dios. Sabía cuán brutales y crueles podían ser los hombres en la guerra, y además conocía la gran misericordia de Dios. Cuando usted caiga en un gran pecado, vuélvase a Dios. El ser castigado por Él es mucho mejor que arriesgarse sin Él.
24.18 Muchos creen que este piso para trillar es el lugar donde por poco mata Abraham a su hijo Isaac (Génesis 22.1–18). Después de la muerte de David, Salomón construyó el templo en este punto. Muchos siglos después, Jesús enseñaría y predicaría allí.
24.25 El segundo libro de Samuel describe el reinado de David. Desde que los israelitas entraron por vez primera a la tierra prometida bajo el gobierno de Josué, habían estado luchando por unir a la nación y terminar con sus malvados habitantes. Ahora, después de más de cuatrocientos años, Israel por fin estaba en paz. David había logrado lo que ningún otro líder, juez o rey anterior. Su administración se basó en el principio de la dedicación a Dios, y en el bienestar del pueblo. Aun así, David también pecó. Sin embargo, a pesar de sus pecados, la Biblia llama a David un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13.14; Hechos 13.22) porque cuando pecó, lo reconoció y lo confesó ante Él. David dedicó su vida a Dios y permaneció leal a Él a lo largo de su vida. Al leer el libro de Salmos adquirimos una visión más profunda del amor que David sentía por Dios.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.
2 Samuel 23:
Las últimas palabras que David habló y escribió, expresan la manera como se veía a sí mismo: "Dijo David hijo de Isaí,
Dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel" (v. 1). Reconocía que Dios lo había "levantado en alto", hasta la honrosa y privilegiada posición de rey. Había llegado a ser un gran guerrero, el más exitoso y apreciado general del ejército de Israel. Había llegado a ser un profeta. Había llegado a ser un siervo de Dios y especialmente, el hombre con quien Dios hizo "pacto perpetuo" (v. 5). Reconocía que era "el ungido del Dios de Jacob" (v. 1). Alguien sobre quien Dios había derramado Su Espíritu, capacitándolo para el llamamiento y la visión que le había dado. Se llama a sí mismo "el dulce cantor de Israel". Un hombre que había aprendido a conocer y amar a Dios; y como resultado adoraba al Señor dulcemente con su música.
¿Qué concepto tenemos de nosotros mismos?, ¿cómo nos vemos y qué creemos a cerca de nuestra posición ante Dios?. Necesitamos descubrir que la misma posición privilegiada que recibió David, por la misericordia de Dios; la hemos recibido también nosotros los creyentes en Cristo. Somos llamados "hijos de Dios" (Juan 1: 12), En 1 Pedro 2:9 y 10, dice la Escritura: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia". En Apocalipsis 1: 5 y 6 también dice de nosotros: "5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén".
Hoy podemos vivir la clase de vida que El Señor tiene para nosotros, ajustada a la nueva realidad que El Señor Jesús ganó para nosotros por medio de su obra en la cruz. El Señor ha hecho con nosotros un "pacto perpetuo", como con David. Su sangre derramada en la cruz, es "la sangre del nuevo pacto". Agradezcamos y vivamos para Aquel que dió Su vida por nosotros.
23.3 Al estilo de un profeta, David habló de un gobernante justo que habría de venir. Esto se cumplirá en Jesucristo, cuando regrese a gobernar en perfecta justicia y paz. Para profecías similares véanse Isaías 11.1–10; Jeremías 23.5, 6; 33.15–18; Zacarías 9.9, 10. Para el cumplimiento de algunas de esas profecías véanse Mateo 4.14–16; Lucas 24.25–27, 44–49; Juan 5.45–47; 8.28, 29.
23.8–39 Estos versículos hablan acerca de algunas de las hazañas que los cuerpos especiales del ejército de David llevaron a cabo. Existieron dos grupos selectos de hombres: «los treinta» y «los tres» (23.18, 23; 1 Crónicas 11.11–25). Para llegar a ser miembro de un grupo como este, un hombre debía mostrar un valor sin paralelo en batalla así como sabiduría en el liderazgo. «Los tres» era el grupo más selecto. La lista de «los treinta» contiene en realidad treinta y siete nombres, pero menciona algunos guerreros que ya se sabían muertos (Urías, por ejemplo, en 23.39). Aparentemente se señalaban nuevos miembros para sustituir a aquellos que habían caído en batalla.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.
2 Samuel 22:
22.1ss David era un gran músico que tocaba su arpa para el rey Saúl (1 Samuel 16.23), instituyó los programas de música en el templo (1 Crónicas 25), y escribió más salmos que ningún otro. El escribir una canción como esta no era usual en David. Este himno real de gratitud es casi idéntico al Salmo 18.
22.3 Según otras traducciones de la Biblia, David llama a Dios «el cuerno de mi salvación», refiriéndose a la fuerza y a la protección defensiva que tienen los animales en sus cuernos. Dios había ayudado a David a vencer a sus enemigos, y lo había rescatado de sus adversarios.
22.22–24 David no estaba diciendo que nunca había pecado. El Salmo 51 nos muestra su tremenda angustia por el pecado con Urías y Betsabé. Pero David sabía de la fidelidad de Dios y estaba escribiendo este himno desde la perspectiva de Él. Sabía que Dios lo había limpiado otra vez: «más blanco que la nieve», (Salmo 51.7) con un «corazón limpio» (Salmo 51.10). Por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo, también nosotros somos limpios y perfectos. Dios sustituye nuestro pecado con su pureza, y Dios no ve ya más nuestro pecado.
22.27 «Rígido serás para con el perverso» significa que para aquellos que pecan, Dios es un juez que los castigará por sus pecados. Dios destruirá a aquellos que son perversos.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.