lunes, 3 de septiembre de 2007

Nehemías 4:

"Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. 2 Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas?" (v. 1- 2). Siempre encontraremos enemigos de la obra de Dios, que van a tratar de que nos desanimemos, renunciemos y se detengan la restauración y le edificación del pueblo de Dios. Ya sabemos que nuestra lucha no es contra personas y que las armas que debemos utilizar no son físicas, sino espirituales: "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta" (2 Corintios 10: 3- 6). Lo que intentaron los enemigos de Nehemías y su equipo, fue desanimarlos, atemorizarlos y confundirlos; tramaron toda una "conspiración" en contra de la obra de Dios. Nehemías supo hacer frente a estos ataques, con oración, organización, planeación; mantuvo a sus hombres alerta y preparados, sin permitir que la obra se detuviera, sin dejarse distraer ni atemorizar: "Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. 5 No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron contra los que edificaban. 6 Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar" (v. 4- 6). No permitas que la obra de Dios se detenga en tu vida, no dejes que ninguna circunstancia o argumento te haga dejar de "edificar" tu vida espiritual y la de tu familia; sigue adelante en tu relación con Dios y en tu servicio a Él. Actúa y ora, como lo hicieron estos hombres: "Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche" (v. 9). No pelees solo, lucha en equipo con tu familia y con tu iglesia: "Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos" (v. 13). Desecha el temor y el desánimo, recordando las promesas del Señor en Su palabra y enfocándote en Su carácter, en Su poder, en Su autoridad y soberanía: "Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas" (v. 14). ¡Involúcrate activamente en la obra de Dios con tu familia y pelea con ellos la "buena batalla de la fe"!: "Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta que salían las estrellas. 22 También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra. 23 Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse" (v. 21- 23).

"I. Ridículo (4.1–6)
El pueblo de Dios siempre tiene enemigos. En este caso fueron Sambalat, un oficial del gobierno en Samaria, Tobías amonita y Gesem el árabe, también llamado Gasmu (6.1, 6). Estos tres perversos hombres no eran israelitas; es más, los amonitas eran definitivamente enemigos de los judíos (Dt 23.3–4). La primer arma que usaron fue ridiculizarlos; se mofaron de los «débiles judíos» ante los líderes de Samaria. Satanás es el burlador (Lc 22.63; 23.35–37). El ridículo es una artimaña usada por gente ignorante llena de celos. Se burlaron del pueblo («débiles judíos»), del plan («¿Acabarán en un día?») y de los materiales («piedras que fueron quemadas»). ¿Cómo les respondió Nehemías? ¡Oró a Dios! Su preocupación sólo era la gloria de Dios y el testimonio de la nación, de modo que no lea venganza personal en su oración (véase Sal 129.19–24). Nótese que el pueblo seguía trabajando mientras oraba, porque la oración no sustituye el trabajo. A Satanás le hubiera encantado ver a Nehemías dejar la muralla y enredarse en una disputa con Sambalat, pero Nehemías no cayó en la trampa de Satanás. Nunca permita que el ridículo le haga dejar su ministerio; «lléveselo al Señor en oración» y continúe trabajando.
II. Fuerza (4.7–9)
Lo que Satanás no puede conseguir mediante el engaño lo hace por la fuerza. ¡Qué confederación de pueblos tenemos en el versículo 7! Y todos conspiraron contra los judíos. Es asombroso cómo el diablo parece nunca carecer de mano de obra. En 2.10 tenemos dos enemigos; tres en 2.19 y una multitud entera en 4.7. Pero «si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» ¿Cómo enfrentó Nehemías este nuevo ataque? Oró y estableció vigilantes. «¡Velad y orad!» es una admonición repetida en el NT; véanse Marcos 13.33 (el mundo), Marcos 14.38 (la carne) y Efesios 6.18 (el diablo). Nótese que Nehemías no dependía sólo de la oración; también puso una guardia.
III. Desaliento (4.10)
La batalla pasa ahora de fuera hacia dentro de la ciudad. Satanás siguió la misma táctica en Hechos 5–6 cuando usó a Ananías y a Safira y a las viudas quejosas dentro de la comunidad de la iglesia. También usó a Judas dentro de las filas de los apóstoles. Cuán desanimados estaban los trabajadores, con todos los escombros en la ciudad y el peligro acechando afuera. ¿Por qué se quejó la tribu de Judá? Tal vez porque secretamente estaban aliados a Sambalat (6.17). Nótese en 13.15 la desobediencia de Judá a la ley de Dios. Cuando dijeron: «¡No podemos!» (v. 10), en realidad estaban de acuerdo con el enemigo (4.2). El desaliento y la queja se esparcen rápidamente y estorban la obra de Dios. No leemos que Nehemías le haya puesto mucha atención a su queja; continuó trabajando, vigilando y orando.
IV. Temor (4.11–23)
El temor y la fe nunca pueden permanecer en el mismo corazón. En el versículo 11 tenemos un rumor que el enemigo empezó de que sus ejércitos invadirían de súbito a Jerusalén. Los judíos que vivían fuera de la ciudad oyeron este informe y lo llevaron diez veces a Nehemías. Cuán persistente puede ser Satanás y sus trabajadores. Al final, Nehemías estableció la guardia en las murallas y animó al pueblo a que no temiera. Note que el trabajo se detuvo desde el versículo 13 hasta el versículo 15; exactamente lo que quería el enemigo. Nehemías vio la necedad de este plan, de modo que puso a los obreros de nuevo a trabajar, con un arma en una mano y una herramienta en la otra. También puso una guardia especial con trompetas (vv. 19–20), pero no permitió que se detuviera la obra. Estos judíos son maravillosos ejemplos de lo que el obrero cristiano debe hacer: tenían su mente en la obra (4.6), un corazón para orar (4.9), un ojo para vigilar (4.9) y un oído para oír (4.20)".
(Bosquejos expositivos de la Biblia)