miércoles, 17 de octubre de 2007



Campaña 100 días de avivamiento, día 32.
Génesis 12: 1-9:
El Señor le habló a Abram (luego le cambió el nombre a "Abraham"), sobre el llamado y el propósito que tenía para su vida. Era necesario que Abram saliera de su tierra, que dejara su pasado, su antigua vida; para lanzarse a la nueva vida que Dios tenía para él. Lo que había en el corazón de Dios para Abram, era hacer de él "una nación grande, bendecirlo, engrandecer su nombre y convertirlo en bendición" (v. 2). Según la Escritura, los creyentes en Cristo somos herederos de la promesa de Abraham; de manera que debemos entender que el propósito de Dios para Abraham, las promesas que Dios le dio y el llamamiento que recibió, se aplican a nosotros. Dios tiene una tierra que entregarnos, quiere engrandecernos, bendecirnos y convertirnos en bendición. Pero también es necesario que nosotros "salgamos de nuestra tierra, de nuestra parentela"; en el sentido de dejar atrás todo aquello que nos ate a nuestro pasado sin Dios, todo lo que nos impida creer y obedecer Al Señor, todo lo que nos aleje de sus propósito perfectos. Ese llamado de Dios que para cada uno de nosotros es especial y diferente ya en lo específico; involucra directamente a nuestra familia, a nuestros cónyuges e hijos. El Señor promete multiplicar y bendecir nuestra descendencia, generando así un "efecto multiplicador de bendición"; eso es lo que debemos ser.

"12.1-3 Cuando Dios lo llamó, Abram se trasladó por fe de Ur a Harán y finalmente a Canaán. Entonces, Dios estableció un pacto con Abram, y le dijo que sería el fundador de una gran nación. No sólo esta gran nación sería bendecida, dijo Dios, sino también las demás naciones del mundo serían bendecidas a través de los descendientes de Abram. Israel, la nación que saldría de Abram, debía ser un pueblo que siguiera a Dios e influenciara a los pueblos con los que tuviera contacto. De la descendencia de Abram nació Jesucristo para salvar a la humanidad. Por medio de Cristo, todas las personas pueden tener una relación personal con Dios y ser bendecidas tremendamente.
12.2 Dios prometió bendecir a Abram y hacerlo grande. Pero había una condición: Abram tenía que obedecer a Dios. Tendría que dejar su hogar y sus amigos y viajar a una tierra nueva donde Dios le prometió que construiría una gran nación a partir de la familia que le daría. Abram obedeció, dejando su casa por la promesa de Dios de bendiciones mucho más grandes en el futuro. Quizá Dios está tratando de guiarlo a un lugar donde usted pueda serle más útil y servirle mejor. No deje que la comodidad y la seguridad de su posición actual le hagan perder el plan que Dios tiene para usted.
12.5 Dios planeó desarrollar una nación con gente que llamaría suya. Llevó a Abram de la tierra impía y egoísta de Ur a la región fértil de Canaán, donde se podría establecer una nación moral y entregada a Dios. A pesar de que era pequeña, Canaán fue el punto central de la mayor parte de la historia de Israel y el surgimiento del cristianismo. Este pequeño territorio que Dios entregó a un solo hombre, Abram, ha tenido un impacto tremendo en la historia del mundo.
12.7 Abram construyó un altar a Dios. En muchas religiones se utilizaban los altares, pero para el pueblo de Dios, los altares eran más que simples lugares de sacrificio. Los altares simbolizaban comunión con Dios y conmemoraban encuentros significativos con Él. Construidos de piedras y tierra, a menudo los altares permanecían en esos lugares por años como recordatorios continuos de la protección y las promesas de Dios.
Abram construía con regularidad altares a Dios por dos razones: (1) para orar y adorarlo, y (2) para recordar la promesa de Dios de que lo bendeciría. No hubiera podido sobrevivir espiritualmente sin la renovación regular de su amor y lealtad a Dios. Construir altares lo ayudaba a recordar que Dios era el centro de su vida. La adoración frecuente nos ayuda a recordar lo que Dios desea y nos motiva a obedecerle"
(Biblia del diario vivir)