2 Reyes 18:
En los días en que el reino de Israel cayó finalmente bajo el poder de los asirios, empezó a reinar en Judá el rey Ezequías. Uno de los mejores reyes de Judá e Israel, un hombre de Dios que trajo a la nación tiempos de refrigerio, bendición y restauración. Ezequías fue un reformador desde la vida espiritual hacia todas las áreas, incluyendo lo administrativo, lo social y lo económico; buscó a Dios y le enseñó al pueblo a buscarlo, obedeció al Señor y Él lo respaldó, le ayudó y lo capacitó para enfrentar momentos muy difíciles y de grandes desafíos: "Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre. 4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. 5 En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. 6 Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés" (v. 3- 6). En el versículo 7 dice: "Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba", y ¡cuánto necesitamos y deseamos nosotros que El Señor esté con nosotros y que nos haga prosperar!. Pero debemos reconocer que el hecho de que El Señor estuviera con Ezequías y lo hiciera prosperar, no fue una casualidad, ni buena suerte; fue el resultado de sus actitudes, de sus decisiones, de su obediencia y fidelidad. Efectivamente, esto no significó que Ezequías no tuviera problemas, al contrario; tuvo que hacer frente a la mayor amenaza para la nación, como fue el ataque de Senaquerib, rey de Asiria: "Después el rey de Asiria envió contra el rey Ezequías al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces, con un gran ejército, desde Laquis contra Jerusalén, y subieron y vinieron a Jerusalén. Y habiendo subido, vinieron y acamparon junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador. 18 Llamaron luego al rey, y salió a ellos Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller. 19 Y les dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: Así dice el gran rey de Asiria: ¿Qué confianza es esta en que te apoyas? 20 Dices (pero son palabras vacías): Consejo tengo y fuerzas para la guerra. Mas ¿en qué confías, que te has rebelado contra mí? 21 He aquí que confías en este báculo de caña cascada, en Egipto, en el cual si alguno se apoyare, se le entrará por la mano y la traspasará. Tal es Faraón rey de Egipto para todos los que en él confían. 22 Y si me decís: Nosotros confiamos en Jehová nuestro Dios, ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis en Jerusalén?" (v. 17- 22). Con mentiras, amenazas, engaños, manipulando la verdad y buscando atemorizarlos y confundirlos; los asirios asediaron a Ezequiás y a su pueblo. Pero, como veremos en el siguiente capítulo; El Señor les dio la victoria. Necesitamos que El Señor esté con nosotros y nos haga prosperar, así que necesitamos hacer las cosas que hizo Ezequías al buscar, obedecer y confiar en Dios.
"18.4 La serpiente de bronce se había hecho para curar a los israelitas de la mordida de serpientes venenosas (Número 21.4–9). Demostraba la presencia y el poder de Dios y era un recordatorio para el pueblo de su misericordia y su perdón. Pero se había convertido en un objeto de adoración en lugar de un recordatorio de a quién tenían que adorar, así que Ezequías se vio forzado a destruirla. Debemos tener cuidado de que las cosas que usamos para ayudarnos a adorar a Dios no se vuelvan objetos de adoración por sí mismos. La mayoría de los objetos no son creados para ser ídolos, se vuelven ídolos por la forma en la que la gente los usa. 18.5 «Ni después ni antes hubo otro como él entre todos los reyes de Judá». En un dramático contraste con su padre Acaz, Ezequías siguió a Dios más de cerca y con mayor sinceridad que cualquier otro rey de Judá o Israel. Esta frase se refiere a los reyes que sucedieron después de la división del reino y por lo tanto no incluye a David, considerado como el rey más devoto a Dios. 18.7 La nación de Judá fue oprimida por dos potencias mundiales, Egipto y Asiria. Ambas naciones querían controlar a Judá y a Israel porque estaban localizadas en el cruce de caminos vitales para todo el comercio del antiguo Cercano Oriente. La nación que controlara a Judá tendría ventajas económicas y militares sobre sus rivales. Cuando Ezequías llegó a ser rey, Asiria controlaba a Judá. Al actuar con gran valor, Ezequías se rebeló en contra del poderoso imperio al que su padre se había sometido. Puso su fe en la fuerza de Dios y no en la suya propia, y obedeció los mandamientos de Dios a pesar de los obstáculos y peligros que, desde un punto de vista puramente humano, parecían insuperables" (Biblioteca eletrónica Caribe).