Campaña 100 días de avivamiento, día 30. Hebreos 12: 1- 14:
Nuestra vida como hijos de Dios, es como una maratón que requiere de una adecuada preparación, de disciplina y esfuerzo. En esta carrera tenemos una "nube de testigos" que son los héroes de la fe, registrados en el capítulo anterior (11); quienes corrieron en sus respectiva épocas su propia carrera, y son un ejemplo de lo que debemos y también de lo que no debemos hacer. Es necesario que nos despojemos de todo lo que nos pueda restar agilidad, de todo lo que nos produzca pesadez, cansancio, de todo lo que nos haga retrasar. Específicamente se refiere al pecado, y a "todo peso", como recuerdos, malos hábitos, falsas creencias, dudas, temores, mentiras, etc.
Para que este proceso de "despojarnos" sea real y efectivo en nuestra vida, El Señor opera en nosotros como buen Padre por medio de Su disciplina amorosa. Los principios de esta disciplina divina son estos:
La disciplina procede de Dios, Dios disciplina a todos los creyentes (v.8), Dios siempre actúa motivado por su amor. También está claro en el pasaje, que hay tres "grados de disciplina: 1. La reprensión (v. 5): Es una advertencia verbal: No siempre reaccionamos ante ellas (una palabra oportuna de una persona, un texto bíblico, una predicación, una convicción dada por el Espíritu Santo). 2. La disciplina (v.6): Un grado más fuerte de corrección. Síntomas: ansiedad emocional, frustración o agonía, insatisfacción, sentirse como “peleado con Dios”, se siente la Biblia como plomo, la relación con Dios como arruinada (letargo espiritual), 3. Los azotes (v. 6): El mismo verbo usado para describir lo que le hicieron a Jesús. Indica causar un gran dolor. Cuando la persona vive en pecado abierto, sabiendo que está mal lo que hace. El dolor capta nuestra atención. Dios toma muy en serio el pecado a largo plazo. Es causada por el pecado no confesado y sin arrepentimiento (1 Cor. 11:30). Lo que debemos hacer cuando somos disciplinados por El Señor es arrepentirnos (cambio de dirección inolvidable y gozoso), “alejarnos del pecado que nos hace sentir mal, para entrar en la abundancia que Dios nos ha prometido”, dejar la obstinación de permanecer en el polvo, de resistirnos a la bondad de nuestro Padre. Esta decisión produce beneficios inmediatos: Escapamos al pecado, crecemos en madurez (Heb. 12:11). Nos lleva “de menos 10 a más 10”. ¡Permitamos que Nuestro Padre Dios nos de forma, nos purifique y nos reoriente cada día¡ (basado en el libro "Los secretos de la vida". Bruce Wilkinson)