jueves, 9 de agosto de 2007


2 Reyes 21:
¡Una historia de horror!, fue la historia del hijo de Ezequías (Manasés). Habiendo sido su padre un excelente rey, un "campeón del bien"; Manasés fue un "campeón del mal". Lamentablemente, Ezequías cometió el error de no preparar a su hijo y a la nación para el futuro. Cuando fue confrontado por el profeta Isaías, su respuesta fue: "Habrá al menos paz y seguridad en mis días" (20: 19). El reinado de su hijo fue todo lo opuesto al suyo: "E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, según las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel. 3 Porque volvió a edificar los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera, como había hecho Acab rey de Israel; y adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas. 4 Asimismo edificó altares en la casa de Jehová, de la cual Jehová había dicho: Yo pondré mi nombre en Jerusalén. 5 Y edificó altares para todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová. 6 Y pasó a su hijo por fuego, y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira. 7 Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la casa de la cual Jehová había dicho a David y a Salomón su hijo: Yo pondré mi nombre para siempre en esta casa, y en Jerusalén, a la cual escogí de todas las tribus de Israel; 8 y no volveré a hacer que el pie de Israel sea movido de la tierra que di a sus padres, con tal que guarden y hagan conforme a todas las cosas que yo les he mandado, y conforme a toda la ley que mi siervo Moisés les mandó. 9 Mas ellos no escucharon; y Manasés los indujo a que hiciesen más mal que las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel" (v. 2). Naturalmente que esto trajo consecuencias terribles, de tal manera que este período y el del hijo de Manasés (Amón), fueron fatales: "Habló, pues, Jehová por medio de sus siervos los profetas, diciendo: 11 Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones, y ha hecho más mal que todo lo que hicieron los amorreos que fueron antes de él, y también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; 12 por tanto, así ha dicho Jehová el Dios de Israel: He aquí yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oídos. 13 Y extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab; y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y se vuelve boca abajo. 14 Y desampararé el resto de mi heredad, y lo entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de todos sus adversarios; 15 por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto hasta hoy. 16 Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová" (v. 10- 16). La gran lección de esta historia, es que necesitamos y debemos preparar a las próximas generaciones, para que den continuidad a la vida basada en principios y valores que nosotros les enseñemos y modelemos. No podemos obligar a nuestros hijos a seguir nuestro ejemplo, pero sí podemos enseñarles y modelarles. Según estudios de expertos (como el Doctor James Dobson), por lo menos el 85% de los hijos terminan asumiendo los valores que ven en sus padres. Esa es una buena noticia, que nos debe alentar a esforzarnos en ser un buen ejemplo para ellos (como lo fue Ezequías), pero también a enseñarles nuestros valores y a ser firmes con ellos.