1 Samuel 16:
Después de muchos años de tener paciencia con Saúl y darle innumerables oportunidades, El Señor decide enviar a Samuel para que unja a un nuevo rey. Si somos obstinados y no reaccionamos al amor y el llamado de Dios a volvernos y arrepentirnos; llega el día en que, precisamente en Su amor Él aplica disciplina. Tal vez eso implique que alguien más tenga que asumir el llamado, las oportunidades y la bendición que nosotros desechemos.
Dios le dijo a Samuel: "...me he provisto de rey" (v. 1). Él es quien elige, prepara, llama y transforma a los hombres y mujeres que llevemos a cabo Su obra. Para ese servicio El Señor mira nuestro corazón y no la apariencia (v. 7). Un corazón sincero que aprenda a amarlo y a entregarse en obediencia y servicio. A David, ni siquiera lo habían llamado para que estuviera ante el profeta, habiéndole dicho a Isaí que llamara a todos sus hijos. Humanamente, no fue tenido en cuenta porque era el menor, porque era el que cuidaba las ovejas, porque tal vez era el que menos calificaba. Pero Dios miró su corazón y le agradó (v. 11).
"Levántate y úngelo, porque éste es... y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David" (v. 12, 13): esas palabras se aplican a nosotros que por la obra del Señor Jesús en la cruz, hemos sido redimidos, lavados de nuestros pecados, adoptados como hijos de Dios, llamados a servirle. "Este es": tú y yo "somos"; elegidos en su gracia (regalo inmerecido), al aceptar al Señor Jesús abriéndole nuestro corazón y entregándole nuestra vida; recibimos su Santo Espíritu que nos "únge", viniendo sobre nosotros así como el aceite se derramaba sobre la cabeza del rey que era ungido, para capacitarnos, guiarnos, darnos el poder para vivir para El Señor y servirle.