1 Reyes 20:
En las guerras de la antigüedad las ciudades eran sitiadas. Normalmente eran ciudades amuralladas, diseñadas para resistir los ataques de ejércitos enemigos; pero cuando eran sitiadas durante semanas o meses, la comida y el agua escaseaban hasta obligar al ejército a salir a pelear, a menos que se rindiera. Samaria era la capital del reino de Israel y fue sitiada por los Sirios, con un gran ejército que excedía por mucho al de ellos. La situación era apremiante, grave, desesperada; pero en eso vino ante Acab un profeta del Señor que le dijo: "Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová" (v. 13). Basado en esta promesa Acab enfrentó a sus enemigos y los venció. Un año después se repitió la victoria, cuando los sirios volvieron a atacar a Israel pensando que esta vez podrían vencer. Una vez más, El Señor habló a Acab: "Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová" (v. 28). No porque Acab fuera fiel, sino por la altanería y el atrevimiento de los sirios; El Señor dio la victoria. En nuestra vida también enfrentamos momentos apremiantes y difíciles, en los que podemos llegar a estar "sitiados" (rodeados, acosados), por circunstancias adversas. La pregunta es si estamos dispuestos y preparados para escuchar la voz de nuestro Padre, para recibir su instrucción, dirección y consejo para saber lo que debemos hacer. Al final, Acab no supo terminar bien, ya que decidió erróneamente perdonar y liberar a Ben-Hadad, rey de los sirios. El Señor le mandó a decir: "Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo" (v. 42), y él se enojó y se entristeció: "Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria" (v. 43). Así se hizo evidente que Acab no era un hombre que realmente conociera a Dios y mantuviera una relación personal profunda y consistente con Él, lo que le impidió permanecer oyendo y entendiendo lo que debía hacer. Cuando ya tuvo la victoria se confió y dio por hecho que podía decidir en forma independiente, sin tener en cuenta a Dios. Cuidémonos de lo que hacemos y decidimos, cuando estemos en victoria, prosperidad y bendición; para no equivocarnos como lo hizo este rey.