2 Samuel 23:
Las últimas palabras que David habló y escribió, expresan la manera como se veía a sí mismo: "Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel" (v. 1). Reconocía que Dios lo había "levantado en alto", hasta la honrosa y privilegiada posición de rey. Había llegado a ser un gran guerrero, el más exitoso y apreciado general del ejército de Israel. Había llegado a ser un profeta. Había llegado a ser un siervo de Dios y especialmente, el hombre con quien Dios hizo "pacto perpetuo" (v. 5). Reconocía que era "el ungido del Dios de Jacob" (v. 1). Alguien sobre quien Dios había derramado Su Espíritu, capacitándolo para el llamamiento y la visión que le había dado. Se llama a sí mismo "el dulce cantor de Israel". Un hombre que había aprendido a conocer y amar a Dios; y como resultado adoraba al Señor dulcemente con su música.
¿Qué concepto tenemos de nosotros mismos?, ¿cómo nos vemos y qué creemos a cerca de nuestra posición ante Dios?. Necesitamos descubrir que la misma posición privilegiada que recibió David, por la misericordia de Dios; la hemos recibido también nosotros los creyentes en Cristo. Somos llamados "hijos de Dios" (Juan 1: 12), En 1 Pedro 2:9 y 10, dice la Escritura: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia". En Apocalipsis 1: 5 y 6 también dice de nosotros: "5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén".
Hoy podemos vivir la clase de vida que El Señor tiene para nosotros, ajustada a la nueva realidad que El Señor Jesús ganó para nosotros por medio de su obra en la cruz. El Señor ha hecho con nosotros un "pacto perpetuo", como con David. Su sangre derramada en la cruz, es "la sangre del nuevo pacto". Agradezcamos y vivamos para Aquel que dio Su vida por nosotros.
23.3 Al estilo de un profeta, David habló de un gobernante justo que habría de venir. Esto se cumplirá en Jesucristo, cuando regrese a gobernar en perfecta justicia y paz. Para profecías similares véanse Isaías 11.1–10; Jeremías 23.5, 6; 33.15–18; Zacarías 9.9, 10. Para el cumplimiento de algunas de esas profecías véanse Mateo 4.14–16; Lucas 24.25–27, 44–49; Juan 5.45–47; 8.28, 29.
23.8–39 Estos versículos hablan acerca de algunas de las hazañas que los cuerpos especiales del ejército de David llevaron a cabo. Existieron dos grupos selectos de hombres: «los treinta» y «los tres» (23.18, 23; 1 Crónicas 11.11–25). Para llegar a ser miembro de un grupo como este, un hombre debía mostrar un valor sin paralelo en batalla así como sabiduría en el liderazgo. «Los tres» era el grupo más selecto. La lista de «los treinta» contiene en realidad treinta y siete nombres, pero menciona algunos guerreros que ya se sabían muertos (Urías, por ejemplo, en 23.39). Aparentemente se señalaban nuevos miembros para sustituir a aquellos que habían caído en batalla.
Barton, Dr. Bruce B., Editore, Biblia del Diario Vivir, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1996.