Campaña 100 días de avivamiento, día 16:
Efesios 2: 1-10:
La realidad del ser humano sin Cristo está claramente descrita aquí: "estábais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (v. 1-3). La nueva realidad que tenemos en Él como resultado de Su misericordia y amor es la salvación, que consiste en que "nos dio vida juntamente con Cristo, nos resucitó y nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús" (v. 5, 6). Este es el resultado de la gracia de Dios (regalo inmerecido) para nosotros: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas". (v. 8- 10). Somos llamados entonces, a vivir practicando esas buenas obras, esa manera de vivir, ese fruto que El Señor preparó y para el que nos preparó a nosotros. Ya no estamos condenados a vivir como esclavos de nuestros malos deseos, ya no tenemos que contentarnos con vivir una vida sin sentido y de derrota; ahora podemos vivir en la libertad que nos dio El Señor y para el propósito eterno que Él tiene para nosotros. Vivamos entonces en Su fuerza, la vida sobrenatural que nos ha dado como regalo.
"2.2 «Príncipe de la potestad del aire» significaba para los lectores de Pablo que Satanás y sus fuerzas espirituales de maldad habitan entre la tierra y el cielo. Satanás, de esta manera, se describe como el que ejerce autoridad en el mundo espiritual de maldad, o sea, los demonios y los que están en contra de Cristo. Satanás significa «el acusador». También se le llama el diablo (4.27). En la resurrección, Cristo triunfó sobre Satanás y su poder. Sin embargo, Jesucristo es el gobernante permanente del mundo; Satanás lo es temporalmente y solo de una parte del mundo que decide seguirlo.
2.3 El hecho de que todas las personas, sin excepción, cometemos pecado prueba que tenemos la misma naturaleza pecaminosa. Estamos perdidos en pecado y no podemos salvarnos por nuestra cuenta. ¿Significa esto que solo los cristianos hacen cosas buenas? Por supuesto que no, muchos hacen bien a otros. En una escala relativa, muchos son morales, bondadosos, respetan las leyes, etc. Comparados con los criminales, diríamos que son muy buenos. Pero en la escala absoluta de Dios, nadie es lo suficiente bueno como para ganar la salvación («estabais muertos en vuestros delitos y pecados», 2.1). Solo al unir nuestras vidas a la vida perfecta de Cristo podemos llegar a ser buenos ante los ojos de Dios. «Hijos de ira» se refiere a los que reciben la ira de Dios porque rechazan a Cristo.
2.4, 5 En los versículos previos Pablo se ocupa de nuestra antigua naturaleza pecaminosa (2.1–3). Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos vivir bajo el poder del pecado. Cristo destruyó en la cruz la paga del pecado y su poder sobre nuestras vidas. La fe en Cristo nos declara absueltos o «no culpables» delante de Dios (Romanos 3.21, 22). Dios no nos quita del mundo ni tampoco nos convierte en muñecos, sentiremos como que pecamos y algunas veces lo haremos. La diferencia radica en que antes de ser cristianos éramos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos escoger vivir para Cristo (véase también Gálatas 2.20).
2.6 Debido a la resurrección de Cristo, sabemos que nuestros cuerpos también resucitarán (1 Corintios 15.2–23) y que ya se nos ha dado el poder para vivir ahora la vida cristiana (1.19). Estas ideas se hallan combinadas en la imagen de Pablo cuando habla de estar sentado con Cristo en «lugares celestiales» (véase la nota a 1.3). Nuestra vida eterna con Cristo es cierta, porque estamos unidos en su poderosa victoria.
2.8,9 Cuando alguien le da un regalo, ¿diría usted: «¡Qué lindo es!, ¿cuánto le debo?» No, la respuesta apropiada es: «Gracias». Con cuánta frecuencia los cristianos, aun después de habérseles dado la salvación, se sienten obligados a hacer algo para llegar hasta Dios. Debido a que nuestra salvación e incluso nuestra fe son regalos, debiéramos responder con gratitud, alabanza y regocijo.
2.8–10 Llegamos a ser cristianos mediante el don inmerecido de Dios, no como el resultado de algún esfuerzo, habilidad, elección sabia o acto de servicio a otros de nuestra parte. Sin embargo, como gratitud por este regalo, buscamos servir y ayudar a otros con cariño, amor y benevolencia y no simplemente para agradarnos a nosotros mismos. Si bien ninguna acción u «obra» nos puede ayudar para obtener la salvación, la intención de Dios es que nuestra salvación resulte en obras de servicio. No somos salvos solo para nuestro beneficio, sino para el de Él, para glorificarle y edificar la Iglesia (4.12)".
(Biblia del diario vivir)