Jueces 14:
Un joven con un potencial enorme, privilegiado por los padres que tenía, por la elección de Dios para una misión especial y por mucho más. Cada uno de nosotros somos privilegiados también, por todo lo que hemos recibo de Dios. Tal vez no tengamos lo que otros tienen, pero todos somos especiales, tenemos nuestras propias habilidades y oportunidades; ¿las valoramos y aprovechamos?
Sansón nació en un hogar piadoso, de padres que creían en la oración. Fue el don especial de Dios para ellos y para la nación. Tenía un padre que oraba: «[que] nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer» (v. 8; y véase v. 12). Sus padres temían a Dios y trataron de infundir el mismo temor en su hijo. Trajeron ofrendas a Dios y se atrevieron a creer en sus maravillosas promesas.
Dios le dio a Sansón una investidura especial del Espíritu Santo que le hizo vencedor. Dios llamó a Sansón a ser un nazareo («separado»), completamente sometido al Señor. De acuerdo a Números 6 un nazareo nunca debía beber licor ni tocar un cadáver; y la señal de su dedicación sería su cabello sin cortar.
¡Toda esta maravillosa herencia menospreció Sansón ya adulto! En lugar de ponerse en las manos de Dios para realizar la tarea dada por Dios, decidió vivir como le placía. Qué trágico es cuando Dios le da a un joven una maravillosa herencia y una gran oportunidad y la toma a la ligera.
Wiersbe, Warren W., Bosquejos Expositivos de la Biblia, AT y NT, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, c1995.