Un niño de apenas ocho años llegó al trono de Judá, y dice la Escritura: "E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda" (v. 2). El papá y el abuelo de este rey, que se llamó Josías; hicieron lo malo ante El Señor, fueron pésimos reyes, pero esto no fue una excusa para que Josías hiciera lo mismo. Al contrario, Josías se enfocó en agradar a Dios, empezando por "reparar la casa de Dios", que se encontraba abandonada y agrietada: "A los dieciocho años del rey Josías, envió el rey a Safán hijo de Azalía, hijo de Mesulam, escriba, a la casa de Jehová, diciendo: 4 Ve al sumo sacerdote Hilcías, y dile que recoja el dinero que han traído a la casa de Jehová, que han recogido del pueblo los guardianes de la puerta, 5 y que lo pongan en manos de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová, y que lo entreguen a los que hacen la obra de la casa de Jehová, para reparar las grietas de la casa; 6 a los carpinteros, maestros y albañiles, para comprar madera y piedra de cantería para reparar la casa; 7 y que no se les tome cuenta del dinero cuyo manejo se les confiare, porque ellos proceden con honradez" (v. 3-7). Este joven rey, tuvo la suficiente sabiduría para entender que un buen gobierno debía iniciarse poniendo en orden las prioridades: primero había que "reparar" la vida espiritual, luego la vida familiar, y entonces todo lo demás entraría en su orden correcto. Algo determinante fue la actitud que mantuvo Josías hacia El Señor, que se deja ver cuando el libro de la ley que estaba perdido, apareció: "Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. 12 Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo: 13 Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito" (v. 11- 13). Su actitud no fue de indiferencia, ni de apatía; fue de aceptar los errores que estaban cometiendo como nación, fue de arrepentimiento y humillación ante El Señor por haberle ofendido. Nosotros hoy, hemos tenido la fortuna de oír desde niños la Palabra de Dios, hemos crecido en un ambiente en el que se nos ha contado sobre la obra del Señor Jesús en la cruz por nosotros. Pero desafortunadamente, la gran mayoría no hemos respondido a la voz de Dios como lo hizo Josías; volviéndonos a Él, arrepintiéndonos, corrigiendo nuestro camino. La actitud de Josías le agradó al Señor y él lo recompensó: "Mas al rey de Judá que os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro, 19 y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. 20 Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta" (v. 18- 20). Muchas personas creen que no hay diferencia entre hacer lo bueno y hacer lo malo, creen que hacer lo bueno "no paga", que no vale la pena. Pero no es cierto; la verdad que hacer lo malo trae consecuencias terribles, y hacer lo bueno trae grandes beneficios.