martes, 17 de julio de 2007


2 Reyes 5:
Eliseo fue el sucesor del profeta Elías, y definitivamente no era fácil asumir el reto de dar continuidad, a un ministerio poderoso y ungido por el Espíritu de Dios; como lo fue el de este gran profeta. Una de las características del ministerio de Eliseo fue la operación de milagros, como la sanidad del general sirio que nos relata este capítulo. Aquí encontramos varios personajes que contrastan entre ellos; como la muchacha que había sido llevada cautiva desde Israel, y servía a la esposa de Naamán. Ella sabía que solamente el Dios de Israel podía sanar a su jefe, tenía una visión espiritual sencilla pero clara: "Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra" (v. 3). Al contrario el rey de Israel, cuando recibe la carta del rey de Siria pidiéndole que sane a Naamán, se confunde, se enoja, reacciona evidenciando lo que podríamos llamar "miopía espiritual": "Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí" (v. 7). Entonces aparece en escena el profeta Eliseo, quien evidentemente tenía una clara percepción espiritual, que le permitía oír la voz de Dios, recibir revelación de las cosas que solamente El Señor conocía, de las cosas que Él quería que hiciera: "Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel" (v. 8). El relato se centra en la experiencia de sanidad de Naamán, quien por poco pierde la oportunidad preciosa que Dios puso en su camino, debido a la lucha con su lógica y razonamiento; que lo hicieron enojar cuando Eliseo le mandó hacer algo que humanamente no tenía sentido: Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: " y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado" (v. 10- 12). Muchas veces nos encontramos luchando internamente con nuestras dudas, con nuestros esquemas mentales; que nos dificultan aceptar y creer que un Dios sobrenatural y todopoderoso, puede hacer cosas sobrenaturales y hacerlas "a Su manera". La mayoría de las veces, en Su palabra El Señor nos muestra que debemos hacer cosas sencillas pero determinantes, tomar decisiones, obedecer normas, practicar principios; que no siempre entendemos, que no siempre nos gustan, que no siempre nos parecen lógicas. Pero la verdad es que siempre que seguimos Su dirección, que aceptamos Su consejo, que confiamos en Su amor; experimentamos como Naamán, el poder sanador, liberador y transformador del Dios del cielo. Necesitamos "sumergirnos" las veces que sean necesarias en el agua viva y fresca de Su Espíritu, por medio de la oración, en Su palabra, en la comunión íntima y permanente con Él; para ser lavados y sanados. Naamán conoció al Dios verdadero y se convirtió a Él, por medio de esta experiencia: "Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová" (v. 17). Cuando recibimos las bendiciones, respuestas y milagros del Señor, ¿nos quedamos abrazando esas bendiciones?. Debemos agradecerle al Señor por esas bendiciones, disfrutarlas y compartirlas con los demás; pero no quedarnos apegados a ellas, sino a Él que es quien las da. Finalmente encontramos en la historia a Giezi, el siervo de Eliseo, quien dejó ver la mayor "miopía espiritual" al buscar un beneficio personal, sacar partido de la situación, obtener bienes materiales aprovechando la oportunidad. Actuó como cualquier oportunista, que piensa que estar en una posición privilegiada, tener una habilidad especial, o el potencial para hacer algo por los demás; es simplemente la ocasión para sacar "tajada", enriquecerse, tomar ventaja. La lepra de Naamán se le pasó a Giezi, manifestando en su cuerpo lo que ya había ocurrido en su alma y en su espíritu: se había "contaminado" con la infección de la "lepra" de la ambición, del egoísmo, de la mentira, del fraude, del chantaje, del soborno. Cuidemos nuestro corazón de la contaminación de actitudes como la de Giezi.