lunes, 22 de octubre de 2007



Campaña 100 días de avivamiento, día 37.
Jonás 1:
Jonás era un profeta de Dios, elegido por Él para la importante misión de transmitir Su palabra; pero en ese momento no quería obedecerle, porque le preocuba que Dios cambiara Su decisión, y finalmente no destruyera a Nínive. Nínive era la capital de Asiria, el imperio que en el 721 a.C. destruyó el reino del Norte (Israel) y envió al exilio a muchos israelitas (cf. 2 R 14.1-23). Los profetas Nahúm (1.14--3.19) y Sofonías (2.13-15) anunciaron su destrucción, hecho que tuvo lugar en el año 612 a.C. Cuando se redactó el libro de Jonás, esa ciudad era símbolo de crueldad, de violencia y de hostilidad hacia el pueblo de Dios. Cf. Nah 1.1; 2.13--3.19 (http://www.biblegateway.com/). De una manera absurda y necia, trató de "huir de la presencia del Señor"; cosa que él sabía que no podía hacer, como lo dice el Salmo 139: 7 ¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? 8 Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado,allí tú estás. 9 Si tomara las alas del alba y habitara en el extremo del mar, 10 aun allí me guiará tu mano[c] y me asirá tu diestra. En medio de la tormenta Jonás siguió evadiendo su responsabilidad, escondiéndose en el sueño; mientras los marineros que aunque eran paganos, actuaron como personas piadosas ante el peligro. Muchas veces nos resistimos a obedecer a Dios y a hacer Su voluntad, porque tal vez no nos gusta, por temor, o porque nos parece que no nos conviene; tratamos de ir contra la corriente logrando únicamente complicar las cosas y generar situaciones que no serían necesarias si rindiéramos nuestra voluntad a la Suya. El gran pez fue la manera que en ese momento utilizó El Señor para salvar a Jonás de la muerte, como muchas otras formas que utiliza para librarnos a nosotros de consecuencias lamentable de nuestra desobediencia. No nos resistamos a la voluntad de Dios que siempre es "buena, agradable y perfecta" (Romanos 12: 2)

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